Años
más adelante
El Servicio
Militar Obligatorio ya no existe en los Estados Unidos.
Con su abolición se ha eliminado en esa nación,
una de las fraguas y de los crisoles más importantes en la
formación de hombres maduros para cualquier país
civilizado.
Buques provistos con armas nucleares
son tan comunes como lo son aquellos que usan la energía
atómica como combustible. Hoy creemos que algún
gobierno de
terroristas no está lejos de usar armas nucleares para
lograr sus designios — esperemos que estas presunciones sean
falsas.
Intermezzo
Las artes de la guerra son
parte intrínsecas, del destino humano, por lo menos desde
el Paleolítico Superior.
Por eso, el hombre
"civilizado" hace de los deportes representaciones de
conflictos
bélicos para obedecer a sus módulos natos, en el
hipotálamo programados, como ya veremos en otra
lección.
Oficial médico
Pero hay otros usos que no son bélicos o
militares de la evaluación
psicológica y que, por su imprecisiones las hacen tan
caprichosas como injustas.
Aquí hago referencia al hábito extendido
de confiar en estas pruebas para
decidir en la aceptación de un candidato a una
posición en la industria o en
cualquier cargo de alguna importancia comercial.
Veamos el caso de
Emanuel
Emanuel había recibido las notas más altas
en su evaluación como graduado de hotelería
en una de las universidades más prestigiosas de
Norteamérica. Joven aun y en compañía de su
lozana esposa habían trabajado exitosamente en los
Emiratos Árabes Unidos, en Europa y en
varios países latinoamericanos.
Durante su última gira de trabajo
había servido en uno de los hoteles locales como director de mercadeo. Esta
última sería una labor muy exigente, ya que esta
empresa era
reconocida como feudo, perteneciente a una familia venida a
dinero y
poder
recientes — algo que llenaba a sus miembros de inferioridades,
por tener que vivir en una sociedad
prejuiciada. Y que, para justificarse a sí mismos, esta
familia vivía al ataque de sus súbditos — que
fuera, como a sus empleados, trataran.
La presencia del nepotismo era rampante, con los puestos
más críticos y las posiciones de más
importancia siendo asignadas a los hijos de los propietarios, a
sus familiares políticos y a quienes a ellos rindieran
pleitesía.
Nunca satisfecho con su destino, Emanuel pronto
comenzó a sufrir de síntomas intestinales que
serían diagnosticados como colitis ulcerativa, la que
fuera tratada en una clínica de mucho prestigio en los
Estados Unidos.
Sus síntomas abatieron, paro el
costo de sus
medicinas eran considerables para su presupuesto, ya
que los medicamentos no sólo eran costosos, sino que
tenían que ser importados.
La situación para la joven pareja empeoró
con el nacimiento de una hija, que constituyó un evento
inesperado, ya que hubiesen deseado posponer tener hijos hasta un
momento más propicio para ellos.
Fat Al
Entra "Fat Al". Un nuevo jefe del departamento de
Emanuel, fue asignado. Hombre obeso y
odioso a quien nadie respetara. Debido a que se llamaba Alberto y
a que su corpulencia era enorme, todos lo apodaron el equivalente
anglosajón del "Gordo Al".
Fat Al, a su llegada, anunció que su estilo de
administración empresarial era uno basado
en la informalidad democrática. Lo hizo de forma
contradictora cuando anunció que todos los subordinados
debían de dirigirse a él como "don Alberto" y
acostumbrando el uso formal del "usted".
Así se establecen sistemas
informales — al menos para el señor don Fat
Al.
Desesperado con una esposa que no se adaptaba a los
rigores climáticos de los trópicos, y con una hija
que sufría de una multitud de alergias, Emanuel
decidió renunciar a su empleo para
buscar trabajo en sitios más propicios.
Cuando, finalmente, llegara a conseguir una audiencia
con Fat Al. Encontró con mucha alarma que su destino ya se
había fraguado de antemano, y que en un día
más lo iban a despedir con cajas destempladas.
Pidiendo una explicación para esta
decisión, la respuesta del corpulento Al fue algo
así: "Mira chico, tú a mí nunca me
cuadraste. No te despedí antes porque no había
podido hablar con la Directora de Recursos
Humanos (hija de los dueños) para que me autorizara
cancelarte."
Emanuel le dice que la empresa tiene
el privilegio y la libertad de
terminar el empleo de quienes les parezca. Pero, que, ya que era
cancelado que muchas leyes lo
amparaban en esta circunstancia, incluyendo el pago de ciertos
beneficios debidos.
Fat Al, mostrándose sorprendido, le interpela:
"Pero tú fuiste quien renunciaste…"
"No," responde Emanuel, "tú me despediste antes
de que yo pudiera hacerlo."
El obeso dirigente, cogido fuera de balance, opina que
él tiene uno o dos testigos que van a afirmar que Emanuel
le ofreció su renuncia verbalmente, la cual él
aceptó y para lo que él había preparado una
carta
confirmando la decisión por escrito, basada en previas
conversaciones.
Decimus Junius
Juvenalis
En seguida Fat Al, abre la gaveta de su escritorio
produciendo la aludida misiva acompañada de un papel que
confirmaba que Emanuel la había recibido de manera
satisfactoria y que aceptaba las consecuencias de su
decisión. Mientras conminaba al desdichado Emanuel a que
firmara, Fat Al prometía referencias "espléndidas"
para el futuro y le aseguró que la — desacreditada —
empresa donde ambos laboraban lo asistiría en el proceso de
encontrar otro empleo.
Emanuel, mantuvo con firmeza su posición de que
él había sido despedido por sus jefes. Que lo
terminaron sin haber producido justificaciones o causas para esa
decisión, y, que él prefería recibir los
beneficios que iban con su terminación
extemporánea.
Y así tuvo que ser.
Más adelante, un caza-ejecutivo que era familiar
con la mala reputación del hotel y de la camarilla de los dueños,
le propone a nuestro amigo que sea entrevistado para una
posición semejante en una cadena hotelera de prestigio
internacional en México.
Añadiendo: "No te preocupes, haber sido despedido
por esos jefes tuyos y por esa empresa de mala reputación,
te ayuda, en lugar de perjudicarte. Los dueños, ambos, se
especializan en devorar jóvenes prometedores como
tú, porque ellos y sus familiares encarnan lo que es
mediocre en este mundo."
La falacia de las pruebas psicológicas
Cuando Emanuel viaja a su nuevo empleo prospectivo,
encuentra que, en lugar de confiar en entrevistas
personales, el departamento de recursos humanos
lo someterá a 18 horas de exámenes
psicológicos rigurosos y pueriles.
Entre ellos se encuentran un ensayo
autobiográfico de 20 páginas. Asimismo se encuentra
el nombrar 3 animales y en
expresar las buenas y malas cualidades de los mismos. Con
quién quisiera estar acompañado en una isla
desierta y cosas por el estilo.
Cuando, el enojado Emanuel, pregunta la razón y
el por qué de este ejercicio — insufrible — como lo
sería para cualquier persona en pleno
estado y
posesión de su estabilidad mental — le contestan que la
institución ha procurado los servicios de
una firma psicológica para que todos los empleados,
presentes, pasados y futuros sean evaluados.
Emanuel no sabe si los empleados que están en la
nómina
actual de la empresa, habiendo fallado las pruebas,
tendrían que contemplar su eliminación.
Por mi experiencia y la de los de tantos de mis colegas
que son conocedores de la realidad y de las limitaciones de todas
estas técnicas,
se concluye con mucha comodidad que le entrevista
formal en manos expertas es mucho más determinante en la
evaluación de un empleado prospectivo, que todas las
pruebas psicológicas que hasta ahora existen.
Pero, las pruebas psicológicas proporcionan a
algunos, la fantasía de que sus resultados son
conclusivos, infalibles y que equivalen a leer mentes,
prediciendo el futuro comportamiento
de quienes a ellas se someten.
Nada más lejos de la realidad, como tampoco se
aproxima a la realidad los resultados obtenidos por el
polígrafo o detector de mentiras.
Miénteme más, que me
hace tu maldad feliz…
En
resumen
En nuestra cultura hemos
asignado valores
excesivos a la magia de las pruebas estandarizadas que nos
asignan un lugar "diagnóstico" en los esquemas de los
psicólogos que las administran. Magia ésta que es
tan falsa como exagerada.
En mi opinión, la industria sería mejor
servida, si, en lugar de desperdiciar recursos en estos
artilugios los dedican a mejorar las condiciones de trabajo y
la moral de
sus empleados.
Lo digo, porque la firma donde Fat Al trabaja, ha
contratado la misma firma para su empresa que la cadena que
prometiera empleo a Emanuel, usara.
Para quienes tienen que sufrir estas indignidades y
vejaciones, tan comunes hoy día; las palabras de Juvenal
son válidas, aunque en paráfrasis: "¿Y
quién examina a los examinadores?"
Bibliografía
Suministrada por solicitud.
Dr. Félix E. F. Larocca
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